El tic tac en el reloj del portavoz que
debe hablar sobre alguna emergencia o alguna catástrofe, retumba en la cabeza
de cualquier gabinete de comunicación.
Las redes sociales, los medios de
comunicación y la voracidad del consumidor de información hacen que la
comunicación deba ser urgente, rápida y concisa.
Ante esta situación, creo que tenemos varias
alternativas viables, que nos salvarían de cualquier evento.
En caso de tener que informar a la
población de una situación de emergencia o catástrofe, tanto en curso como
inminente, deberíamos ser lo menos alarmistas y catastrofistas posibles,
educando e informando al ciudadano.
Con educando quiero expresar que, en
muchas ocasiones, es el propio alarmismo del ciudadano la que provoca el caos.
Una información educando siempre desde la cordura, creo que ayudaría a eliminar
cualquier alarmismo.
Por otro lado, la información que demos
debe ser con cuenta gotas. Desmintiendo cualquier rumor que ya exista en las
redes sociales desde el principio. Y diciéndole a la población qué sabemos y
qué no sabemos.
El silencio en un momento de alboroto y
alarmismo como puede ser el 11-M, el ébola o cualquier otro tipo de emergencia
es esencial para mitigar dudas, calmar a la población o al colectivo afectado.
En esta breve explicación quiero
transmitir que con la palabra educadora, la información concisa, el “aún no lo
sabemos, en cuanto sepamos más, se les comunicará sin demora” y el silencio en
momentos clave deben crear la atmósfera perfecta.
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